En la filosofía, la persona es la expresión de la esencia misma del ser humano, la cual no sólo se circunscribe a la ontología y a la lógica, sino que abarca también la ética, la axiología y la filosofía social. Al mismo tiempo proporciona la idea del ser humano en sus relaciones consigo mismo, con el otro y con el mundo. Así, pues, la filosofía define la persona como un ente racional, dotado de palabra, lenguaje, discurso, arraigado en la moral y en las relaciones de animal político que produce mercancías y que interactúa a diferentes niveles con el mundo y con los demás en un espacio atravesado por las normas. Boecio sintetiza la definición que se tenía en la antigüedad filosófica: “sustancia indivisa de naturaleza racional”, gobernada por la teología. En la modernidad, el término persona indica al sujeto moral puesto en el mundo, inquietándose por él en las experiencias cotidianas o “en la existencia que se ha encontrado en sí misma, por la libertad”.
Se denomina racional a una persona que puede justificar sus acciones recurriendo a las normativas vigentes y, sobre todo, a aquél que en un conflicto normativo actúa con lucidez no dejándose llevar por sus pasiones ni entregándose a sus intereses inmediatos, sino esforzándose por juzgar imparcialmente la cuestión desde un punto de vista moral y resolviéndola consecuentemente. Una persona debe interpretar sus necesidades a la luz de los estándares de valor aprendidos en su cultura pero, sobre todo, cuando es capaz de adoptar una actitud reflexiva frente a los estándares de valor con que interpreta sus necesidades. Los valores culturales, a diferencia de las normas de acción, no se presentan con una pretensión de universalidad. Los valores son, a lo sumo, candidatos a interpretaciones bajo las que un círculo de afectados puede, llegado el caso, describir el interés común y normarlo. En este contexto, el concepto de racionalidad se refiere a un sistema de pretensiones de validez. La lógica de la argumentación se refiere a las relaciones internas, también de tipo no deductivo, entre las unidades pragmáticas de las que se componen los argumentos.
La racionalidad es una capacidad humana que permite pensar, evaluar y actuar de acuerdo a ciertos principios de optimidad y consistencia, para satisfacer algún objetivo o finalidad. Usando la razón el ser humano intenta elegir para conseguir los mayores beneficios, de forma “económica”, desde las variadas limitaciones del cerebro, y las limitaciones de acción sobre el entorno. El ejercicio de la racionalidad está sujeto a los dos principios mencionados. Cualquier construcción mental llevada a cabo mediante procedimientos racionales tiene por tanto una estructura lógico-mecánica distinguible. El ser humano tiene otras formas para tomar decisiones o idear comportamientos donde la racionalidad no parece el principal motor mental, adjetivadas a veces como “irracionales”. Algunas conductas humanas son completamente “irracionales”, y ninguna es completamente “racional”.
La racionalidad puede aplicarse a las expectativas del ser humano, a sus evaluaciones y a sus posteriores acciones. Puede fundamentarse en creencias o axiomas. Pero no siempre se evalúa racionalmente. Dado que la parte racional depende de la educación recibida, la forma de educar limita en mayor o menor medida el marco de posibilidades a las cuales acudir como parte de las soluciones, por lo que no siempre se evalúa de manera racional y no siempre se actúa de manera racional. La causa es que el ser humano no posee el suficiente criterio como para poder educar a la razón de manera que entienda sus propios sentimientos, pasiones y emociones de forma que dirijan y moldeen a la imaginación y facultades de creación. El buen uso de la razón le da al hombre la voluntad de vivir, perdiendo ésta en el momento que no encuentra razones que le satisfagan y alivien el sufrimiento. Por ese motivo no todas las expectativas responden a las exigencias de la racionalidad, ni tampoco las intenciones a la hora de actuar, ni la forma como se la hace. La racionalidad es, desde este punto de vista, una aspiración humana, más que una realidad. A falta de una educación que capacite al ser humano para ello, la dura realidad actual es que sin las religiones, el hombre, se enfrenta a la desesperanza del ser humano ante el desgarrador sufrimiento de pensar que se encuentra desprotegido y solo depende de sus facultades mentales, que para colmo no conoce ni quizá se conocerá nunca a plenitud por limitación propia.
Un agente es todo aquello que puede considerarse que percibe su ambiente mediante sensores y que responde o actúa en tal ambiente por medio de efectores. Los agentes humanos tienen ojos, oídos y otros órganos que le sirven de sensores, así como manos, piernas, boca y otras partes de su cuerpo que le sirven de efectores. En el caso de agentes robóticos, los sensores son sustituidos por cámaras infrarrojas y los efectores son reemplazados mediante motores. En el caso de un agente de software, sus percepciones y acciones vienen a ser una cadena de bits codificados. Se puede decir que un agente racional es aquel que hace lo correcto, lo correcto se refiere al hecho de que el agente tenga el mejor desempeño, como característica particular resalta que el agente racional puede medir su propio desempeño. El término de medición de desempeño se aplica al cómo es el criterio que sirve para definir qué tan exitoso ha sido un agente. Desde luego que no existe una medida fija que pueda aplicarse por igual a todos los agentes porque sus respuestas van a ser subjetivas, entonces una verdadera medición de desempeño solamente la pueden realizar observadores externos.
El análisis de la actividad de un agente racional como una correlación que permite pasar de secuencias de percepciones a acciones probablemente se haya originado del esfuerzo por definir las conductas racionales dentro del ámbito de la economía y de otras formas de razonamiento bajo condiciones de incertidumbre y de los trabajos de conductistas psicológicos como los realizados por Skinner, el año 1953, que se encuentran enfocados a reducir la psicología de los organismos a meras correlaciones entrada-salida o estímulo-respuesta. Jon Doyle el año 1983 propuso la idea de que el diseño de agentes racionales es la medula de la inteligencia artificial y seguiría siendo su objetivo primordial, en tanto que otros temas relacionados con la inteligencia artificial experimentarían una evolución hasta constituirse en nuevas disciplinas. Por su parte Horvitz, el año 1988, fue específico al sugerir el empleo de la racionalidad, concebida ésta como la obtención del máximo de utilidad esperada como fundamento de la inteligencia artificial. Herbert Simon, investigador en inteligencia artificial y economista ganador del premio Nobel, hacia el año 1958, estableció una clara diferencia entre la racionalidad bajo limitaciones de recursos, racionalidad de procedimientos, y la racionalidad de hacer una elección objetivamente racional, la denominada racionalidad sustantiva. Cherniak, el año 1986, explora el nivel mínimo de racionalidad necesario para que una entidad se pueda considerar como agente.
Por otra parte no se debe confundir el término omnisciencia con la racionalidad. Un agente omnisciente es aquel que sabe el resultado real que producirán sus acciones, y su conducta es congruente con dichas acciones. Considere el siguiente ejemplo: Un día una persona va caminando y desea atravesar la calle. No hay tránsito en las cercanías y él, actuando racionalmente, empieza a cruzar la calle. Al instante, a esa persona le cae cierta parte de un avión y queda aplastado. Se puede deducir, entonces que la racionalidad tiene más bien que ver con un éxito esperado, tomando como base lo que se ha percibido. Un agente que hubiera contado con un radar para detectar partes de un avión en caída, o que estuviera dentro de una caja de acero que lo protegiera, habría tenido más éxito, pero no por ello habría sido más racional.
En resumen, el carácter de racionalidad de lo que se hace en un momento dado dependerá de cuatro factores: (1) De la medida con la que se evalúa el grado de éxito logrado. (2) De todo lo que hasta ese momento haya percibido el agente. A esta historia perceptual completa se la denomina “secuencia de percepciones”. (3) Del conocimiento que posea el agente acerca del medio. (4) De las acciones que el agente puede emprender. Lo anterior conduce a definir lo que es un agente racional ideal: En todos los casos de posibles secuencias de percepciones, un agente racional deberá emprender todas aquellas acciones que favorezcan obtener el máximo de su medida de rendimiento, basándose en las evidencias aportadas por la secuencia de percepciones y en todo conocimiento incorporado en tal agente.
Se denomina racional a una persona que puede justificar sus acciones recurriendo a las normativas vigentes y, sobre todo, a aquél que en un conflicto normativo actúa con lucidez no dejándose llevar por sus pasiones ni entregándose a sus intereses inmediatos, sino esforzándose por juzgar imparcialmente la cuestión desde un punto de vista moral y resolviéndola consecuentemente. Una persona debe interpretar sus necesidades a la luz de los estándares de valor aprendidos en su cultura pero, sobre todo, cuando es capaz de adoptar una actitud reflexiva frente a los estándares de valor con que interpreta sus necesidades. Los valores culturales, a diferencia de las normas de acción, no se presentan con una pretensión de universalidad. Los valores son, a lo sumo, candidatos a interpretaciones bajo las que un círculo de afectados puede, llegado el caso, describir el interés común y normarlo. En este contexto, el concepto de racionalidad se refiere a un sistema de pretensiones de validez. La lógica de la argumentación se refiere a las relaciones internas, también de tipo no deductivo, entre las unidades pragmáticas de las que se componen los argumentos.
La racionalidad es una capacidad humana que permite pensar, evaluar y actuar de acuerdo a ciertos principios de optimidad y consistencia, para satisfacer algún objetivo o finalidad. Usando la razón el ser humano intenta elegir para conseguir los mayores beneficios, de forma “económica”, desde las variadas limitaciones del cerebro, y las limitaciones de acción sobre el entorno. El ejercicio de la racionalidad está sujeto a los dos principios mencionados. Cualquier construcción mental llevada a cabo mediante procedimientos racionales tiene por tanto una estructura lógico-mecánica distinguible. El ser humano tiene otras formas para tomar decisiones o idear comportamientos donde la racionalidad no parece el principal motor mental, adjetivadas a veces como “irracionales”. Algunas conductas humanas son completamente “irracionales”, y ninguna es completamente “racional”.
La racionalidad puede aplicarse a las expectativas del ser humano, a sus evaluaciones y a sus posteriores acciones. Puede fundamentarse en creencias o axiomas. Pero no siempre se evalúa racionalmente. Dado que la parte racional depende de la educación recibida, la forma de educar limita en mayor o menor medida el marco de posibilidades a las cuales acudir como parte de las soluciones, por lo que no siempre se evalúa de manera racional y no siempre se actúa de manera racional. La causa es que el ser humano no posee el suficiente criterio como para poder educar a la razón de manera que entienda sus propios sentimientos, pasiones y emociones de forma que dirijan y moldeen a la imaginación y facultades de creación. El buen uso de la razón le da al hombre la voluntad de vivir, perdiendo ésta en el momento que no encuentra razones que le satisfagan y alivien el sufrimiento. Por ese motivo no todas las expectativas responden a las exigencias de la racionalidad, ni tampoco las intenciones a la hora de actuar, ni la forma como se la hace. La racionalidad es, desde este punto de vista, una aspiración humana, más que una realidad. A falta de una educación que capacite al ser humano para ello, la dura realidad actual es que sin las religiones, el hombre, se enfrenta a la desesperanza del ser humano ante el desgarrador sufrimiento de pensar que se encuentra desprotegido y solo depende de sus facultades mentales, que para colmo no conoce ni quizá se conocerá nunca a plenitud por limitación propia.
Un agente es todo aquello que puede considerarse que percibe su ambiente mediante sensores y que responde o actúa en tal ambiente por medio de efectores. Los agentes humanos tienen ojos, oídos y otros órganos que le sirven de sensores, así como manos, piernas, boca y otras partes de su cuerpo que le sirven de efectores. En el caso de agentes robóticos, los sensores son sustituidos por cámaras infrarrojas y los efectores son reemplazados mediante motores. En el caso de un agente de software, sus percepciones y acciones vienen a ser una cadena de bits codificados. Se puede decir que un agente racional es aquel que hace lo correcto, lo correcto se refiere al hecho de que el agente tenga el mejor desempeño, como característica particular resalta que el agente racional puede medir su propio desempeño. El término de medición de desempeño se aplica al cómo es el criterio que sirve para definir qué tan exitoso ha sido un agente. Desde luego que no existe una medida fija que pueda aplicarse por igual a todos los agentes porque sus respuestas van a ser subjetivas, entonces una verdadera medición de desempeño solamente la pueden realizar observadores externos.
El análisis de la actividad de un agente racional como una correlación que permite pasar de secuencias de percepciones a acciones probablemente se haya originado del esfuerzo por definir las conductas racionales dentro del ámbito de la economía y de otras formas de razonamiento bajo condiciones de incertidumbre y de los trabajos de conductistas psicológicos como los realizados por Skinner, el año 1953, que se encuentran enfocados a reducir la psicología de los organismos a meras correlaciones entrada-salida o estímulo-respuesta. Jon Doyle el año 1983 propuso la idea de que el diseño de agentes racionales es la medula de la inteligencia artificial y seguiría siendo su objetivo primordial, en tanto que otros temas relacionados con la inteligencia artificial experimentarían una evolución hasta constituirse en nuevas disciplinas. Por su parte Horvitz, el año 1988, fue específico al sugerir el empleo de la racionalidad, concebida ésta como la obtención del máximo de utilidad esperada como fundamento de la inteligencia artificial. Herbert Simon, investigador en inteligencia artificial y economista ganador del premio Nobel, hacia el año 1958, estableció una clara diferencia entre la racionalidad bajo limitaciones de recursos, racionalidad de procedimientos, y la racionalidad de hacer una elección objetivamente racional, la denominada racionalidad sustantiva. Cherniak, el año 1986, explora el nivel mínimo de racionalidad necesario para que una entidad se pueda considerar como agente.
Por otra parte no se debe confundir el término omnisciencia con la racionalidad. Un agente omnisciente es aquel que sabe el resultado real que producirán sus acciones, y su conducta es congruente con dichas acciones. Considere el siguiente ejemplo: Un día una persona va caminando y desea atravesar la calle. No hay tránsito en las cercanías y él, actuando racionalmente, empieza a cruzar la calle. Al instante, a esa persona le cae cierta parte de un avión y queda aplastado. Se puede deducir, entonces que la racionalidad tiene más bien que ver con un éxito esperado, tomando como base lo que se ha percibido. Un agente que hubiera contado con un radar para detectar partes de un avión en caída, o que estuviera dentro de una caja de acero que lo protegiera, habría tenido más éxito, pero no por ello habría sido más racional.
En resumen, el carácter de racionalidad de lo que se hace en un momento dado dependerá de cuatro factores: (1) De la medida con la que se evalúa el grado de éxito logrado. (2) De todo lo que hasta ese momento haya percibido el agente. A esta historia perceptual completa se la denomina “secuencia de percepciones”. (3) Del conocimiento que posea el agente acerca del medio. (4) De las acciones que el agente puede emprender. Lo anterior conduce a definir lo que es un agente racional ideal: En todos los casos de posibles secuencias de percepciones, un agente racional deberá emprender todas aquellas acciones que favorezcan obtener el máximo de su medida de rendimiento, basándose en las evidencias aportadas por la secuencia de percepciones y en todo conocimiento incorporado en tal agente.
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