viernes, 5 de noviembre de 2010

Darwinismo

Darwinismo es un término con el que se describen las ideas de Charles Darwin, especialmente en relación con la evolución biológica por selección natural. El darwinismo no es sinónimo de evolucionismo, este último es anterior a Charles Darwin: las teorías darwinistas son evolucionistas, pero su aportación clave es el concepto de selección natural considerado determinante para explicar la causa de la evolución y que en su posterior desarrollo, con numerosas aportaciones y correcciones, permitirá la formulación de la teoría de la evolución actual o síntesis evolutiva moderna. Por tanto es igualmente equivocado usar el término “darwinismo” cuando se hace referencia a la actual teoría de la evolución ya que ésta no se reduce solo a las ideas postuladas por Charles Darwin.

Por lo general, se suele asociar el evolucionismo con la figura de Charles Darwin el genial naturalista británico. Pero eso no es así. Darwin no utilizó la palabra “evolución” hasta la sexta edición de su ya famoso libro “Sobre el Origen de las Especies”. La aportación de Darwin a la Ciencia es haber propuesto un mecanismo explicativo acerca del hecho evolutivo: la Selección Natural. Sin embargo, el darwinismo, y en general, el evolucionismo, fue esgrimido como banderín de enganche de los librepensadores, los ateos, los masones, los anarquistas y, en general, las fuerzas que en el siglo diecinueve se oponían a una iglesia católica, beligerante y monolítica, y a unos católicos impregnados del tradicionalismo más radical. Los argumentos esgrimidos por los contrarios a la evolución eran muy diversos: la evolución se oponía a la Biblia, negaba la providencia de Dios, situaba a los humanos al nivel de los monos y de los animales; el evolucionismo era materialista, ateo y enemigo de la religión; pervertía las costumbres y reducía todo a un relativismo moral. Las ideas de Darwin contenían implicaciones religiosas que algunos no estaban dispuestos a tolerar. Actualmente todavía restan, no sólo por parte de los creyentes como por parte de los científicos, atisbos de intolerancia.

A partir de Darwin se inicia la nueva Biología. Thomas Henry Huxley en Inglaterra, Ernst Haëckel y Fritz Muller en Alemania, fueron más radicalmente darwinistas que el mismo Darwin. En este sentido, se puede decir que Darwin no era darwinista. El más destacado de ellos fue Ernst Haëckel, a este investigador le pertenece la teoría de gastrea que dice: “…todos los metazoos descienden de un antecesor hipotético semejante al estado de gástrula del embrión. Y junto con Fritz Muller propone la ley biogenética fundamental, la ontogenia es una recapitulación de la filogenia. Entre otros términos acuñó los de filogenia, el año 1866, y el de ecología, aunque en un sentido diferente al moderno. Desde los tiempos de Haëckel, la sistemática animal y vegetal ya no es pura taxonomía, sino filogenética, esta ultima representa la descripción dinámica de los linajes evolutivos. En los primeros años del siglo veinte no tardan en cobrar fuerza algunas teorías alternativas al darwinismo que pretenden explicar mejor los cambios en las especies. Así, reaparecen concepciones biológicas de tipo lamarckista y neolamarckista. Éstos defienden que los caracteres adquiridos por uso y desuso de los órganos pasan a los descendientes: se heredan. Para ellos hay un “transformismo” en las especies debido a las modificaciones, producidas por los cambio en el medio, de forma natural o artificial y son las que dan lugar a variaciones correlativas en el patrimonio hereditario.

Desde finales del siglo diecinueve hasta bien entrado el siglo veinte, y posiblemente parte del actual siglo veintiuno, algunos naturalistas adoptaron la idea de la evolución, pero no el mecanismo de “variación aleatoria” y la “selección natural”. Como escribió el novelista Samuel Butler, amigo al principio de Darwin y luego sarcástico oponente, “el darwinismo desterraba la mente del universo”, destruía el diseño inteligente y negaba la posibilidad de transmitir a las generaciones futuras el acervo de los logros culturales y científicos, los cuales no se explican por selección natural. Algunos científicos de la primera mitad del siglo veinte creían que había que enterrar a Darwin y a sus teorías. Se consideraba anticientífico y contrario a las teorías biológicas de moda basadas en la genética y las mutaciones.

Por los años treinta se introduce la genética de poblaciones en el pensamiento científico y aparece la llamada “Nueva Síntesis” o “Teoría Sintética de la Evolución”. Se suele considerar al investigador Theodosius Dobzhanski como el “padre” de la nueva síntesis, al publicar hacia el año 1937 el libro “Genética y el Origen de las Especies”. A estas ideas se unen el zoólogo Julian Huxley, el ornitólogo Erns Mayr, los botánicos Stebbins y Grant, el genetista Ford y el paleontólogo Georges Gaylord Simpson, entre otros. Tras la publicación de la obra de Darwin, los debates y las polémicas ocupan todo el final del siglo diecinueve. Pero con el cambio de siglo llegó la crisis del darwinismo, la misma se produce por el avance de la genética y sobre todo con la teoría cromosómica de la herencia de los caracteres adquiridos. Los biólogos se preguntaban: ¿cómo compaginar la existencia de la selección natural, que es un proceso gradual, con las mutaciones, que son discontinuas?. Los esfuerzos individuales de cada uno de estos, confluyeron en el famoso Congreso de Princeton, celebrado en la Universidad norteamericana del mismo nombre en enero del año 1947. Este Congreso culminó con un acuerdo general entre las diferentes disciplinas biológicas y paleontológicas convertidas al “pensamiento poblacional”: la genética de poblaciones.

Las concepciones evolucionistas de Darwin constituyen un complejo sistema teórico, un conjunto de teorías relacionadas, más que una teoría singular. El núcleo de esas concepciones sigue conservando toda su validez, a pesar de su natural insuficiencia y de algún error significativo, sobre todo en su explicación de la herencia a través de pangénesis. En el darwinismo se identifican tres ejes teóricos que explican distintos aspectos de la realidad biológica. (1) El transformismo, que es la noción de que las especies van cambiando sus características a lo largo del tiempo de una manera fundamentalmente gradual. Lo que ahora designa el término evolucionismo fue señalado durante mucho tiempo, hasta bien entrado el siglo veinte, como transformismo. (2) La noción de que las especies se diversifican, por adaptación a ambientes o modos de vida diferenciados, ramificándose; el otro aspecto del mismo fenómeno es que todas las especies están emparentadas, aunque en grados distintos, y en último término todas las especies tienen su origen común en un remoto antepasado común único. De esta convicción deriva la filogenia, que intenta clasificar las especies de manera obligatoria por su parentesco, siendo un criterio que debe pasar por encima de cualquier otro. Darwin desconfiaba de que este ideal fuera alcanzable, aunque el desarrollo reciente del análisis filogenético lo está aproximando. (3) La adaptación al ambiente que motiva el cambio evolutivo, según había sido ya propuesto con anterioridad por otros autores, como Lamarck, debía tener su mecanismo en la selección natural, concebida como resultado de dos factores. Estos son, por un lado, la variabilidad natural hereditaria de los individuos de una especie y, por otro, la tasa diferencial de éxito reproductivo, dependiente también de la tasa de supervivencia, entre las distintas variantes genéticas presentes en la población.

Cualquier teoría sobre la evolución de las especies terrestres tiene que demostrar dos principios básicos: (1) la aparición de la flora y fauna por la transformación de antepasados extintos; (2) la existencia de un mecanismo reproductor acorde con el argumento transformista. Darwin publicó en 1859 la primera edición del “Origen de las Especies” pero hasta el año 1868 no expuso un modelo hereditario complementario a su teoría de la evolución, aunque la idea se remonta a comienzos de la década de los años cuarenta. La denominó “Teoría de la Pangénesis” y constituye el capítulo final del libro “La Variación de Plantas y Animales bajo Domesticación”. Explicar cómo se producen y se transmiten las variaciones a la progenie en el curso de la especiación fue el reto planteado en el origen de las especies, pero Darwin postergó la resolución del problema convirtiéndolo en un argumento contrario a su ideología. Para un darwinista como Wallace la carencia de un modelo hereditario complemento a la teoría de la evolución había sido una dificultad inquietante que la pangénesis resolvía.

Darwin eligió la teoría celular como referente científico de su propuesta, y vertebró la pangénesis entorno a dos fenómenos citológicos: (1) la división celular; (2) la producción de partículas celulares, gémulas, que circulan libremente por el organismo y tienen capacidad individual para regenerar la célula de procedencia. Relacionando ambos procesos propone un mecanismo fisiológico común a todos los seres vivos y activo en cualquier fenómeno hereditario: en su fase de división las células producen gémulas que son liberadas al sistema, el conjunto representa físicamente el organigrama anatómico individual permaneciendo inactiva su capacidad generatriz si no ocurre algún proceso multiplicativo. Entonces, cada unidad desarrolla una célula semejante a la progenitora, punto de partida para la morfogénesis de nuevos organismos en los procesos reproductivos, o para reconstruir la porción anatómica lesionada si es un episodio regenerativo.
Guillermo Choque Aspiazu
http://www.eldiario.net/
Septiembre 13 de 2010

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