La omnisciencia, o el punto de vista omnisciente, es la capacidad de saberlo todo, o de saber todo lo que se necesite saber en un contexto determinado. Normalmente se utiliza en las religiones monoteístas como un atributo de Dios; aunque también tiene aplicaciones en la literatura. Omnisciente es un término formado por dos vocablos latinos que significa “que sabe todo”. Se trata de un adjetivo que permite nombrar al que tiene omnisciencia, es decir que tiene conocimiento de todas las cosas reales y posibles. La definición del concepto, en términos bastante abstractos, permite inferir que Dios es el único ser omnisciente. Los seres humanos no están en condiciones de conocer todas las cosas ya que dicho atributo excede a la propia condición humana. Por eso, cuando se dice que una persona es omnisciente, se hace referencia a que tiene conocimientos de muchas ciencias y materias.
Pueden distinguirse dos tipos de omnisciencia: (1) La omnisciencia inherente. Referida como la capacidad de saber todo lo que se desee saber y se pueda saber; (2) La omnisciencia total. Consiste efectivamente en saber todo lo que se puede saber. El concepto de omnisciencia es contradictorio. Se señala que se considera que Dios habría creado todo el conocimiento y que tendría conocimiento del mismo de antemano: esto implicaría una contradicción circular, ya que Dios no podría haberlo sabido todo antes de que existiera ningún conocimiento que saber. También implicaría una contradicción con el concepto del libre albedrío, ya que para que Dios pudiera saberlo todo de antemano sería necesario creer que todos los acontecimientos que pudieran suceder estarían predestinados. Esto se conoce como la paradoja de la predestinación. En la literatura, la omnisciencia se utiliza para explicar los posibles roles del narrador dentro de una historia. El narrador omnisciente suele aparecer en tercera persona y está en condiciones de describir los sentimientos de los personajes o explicar sucesos simultáneos.
Un agente es todo aquello que puede considerarse que percibe su ambiente mediante sensores y que responde o actúa en tal ambiente por medio de efectores. Los tres tipos más comunes de agentes son: agentes humanos, agentes robóticos y agentes de software. Los agentes humanos tienen ojos, oídos y otros órganos que les sirven de sensores, así como manos, piernas, boca y otras partes de su cuerpo que les sirven de efectores. En el caso de los agentes robóticos, los sensores son sustituidos por cámaras y telémetros infrarrojos y los efectores son reemplazados mediante motores. En el caso de un agente se software, sus percepciones y acciones vienen a ser las cadenas de bits codificados.
Un agente racional es aquel agente que hace lo correcto. Obviamente, esto es preferible a que haga algo incorrecto. Como un primer intento de aproximación al concepto de agente racional, se afirma que lo correcto es aquello que permite al agente obtener el mejor desempeño. Ahora es necesario decidir cómo y cuándo evaluar ese buen desempeño del agente. El término medición del desempeño se aplica al cómo: es el criterio que sirve para definir qué tan exitoso ha sido un agente. Desde luego que no existe una medida fija que se pueda aplicar por igual a todos los agentes. Podría preguntársele al agente su opinión subjetiva de cuándo le satisface a él mismo su desempeño, sin embargo, algunos de ellos no estarían en posibilidad de responder y otros, simplemente eludirán responder. En particular los agentes humanos se caracterizan por responder que “las uvas están verdes” para justificar el no haber obtenido lo que originalmente deseaban. Por lo anterior se debe insistir en la necesidad de contar con una medición objetiva del desempeño, medida que debe ser propuesta por una autoridad.
En otras palabras, las personas, en cuanto a su accionar como observadores externos, definen la norma de lo que se considera un desempeño satisfactorio en un ambiente y emplearlo en la medición del desempeño de los agentes. Un ejemplo sería el caso de un agente al que se le encomienda limpiar con una aspiradora un piso sucio. Una posible medida de su desempeño sería la cantidad de mugre eliminada en un turno de ocho horas. Una medida más elaborada consistiría en correlacionar la cantidad de electricidad consumida y la cantidad de ruido generado. Una tercera, otorgaría la máxima calificación a un agente que no sólo limpiase silenciosa y eficientemente el piso, sino que también se diera tiempo para ir de viaje el fin de semana.
El cuándo evaluar el desempeño es también importante, si sólo se midiese cuanta mugre eliminó un agente durante la primera hora del día, aquellos agentes que empiezan a trabajar rápidamente, no obstante que posteriormente realicen poco o ningún trabajo, resultarían premiados, en tanto aquellos que laboran todo el turno de manera consistente resultarían castigados. Es decir, lo importante es medir el desempeño a largo plazo, sea éste un turno de ocho horas o toda una vida.
En este punto es importante dejar en claro que existe una diferencia sustancial entre racionalidad y omnisciencia. Entrando en la temática propuesta, se dice que un agente omnisciente es aquel que sabe el resultado real que producirán sus acciones y su conducta es congruente con ello, sin embargo, en la realidad, no existe la omnisciencia. Considere el siguiente ejemplo: Un día una persona se encuentra caminando por El Prado y observa que al otro lado de la calle está un antiguo amigo. No hay tránsito en las cercanías y la persona no lleva ninguna prisa, así que, actuando racionalmente, empieza a cruzar la calle. Al mismo tiempo, a una altura de diez mil metros se desprende la puerta de la sección de carga aérea de una aeronave de pasajeros y antes de alcanzar la otra acera, queda completamente aplastada. ¿Se consideraría como irracional el haber atravesado la calle? Es improbable que en las notas necrológicas se afirme “Un idiota muere al intentar atravesar la calle”. Del ejemplo anterior se puede deducir que la racionalidad tiene más bien que ver con un éxito esperado, tomando como base lo que se ha percibido. La decisión de atravesar la calle fue racional dado que la gran mayoría de las veces el cruce habría tenido éxito y no había forma de que se hubiese previsto la caída de la puerta. Un agente que hubiera tenido un radar para detectar puertas en caída o que estuviera dentro de una caja de acero que lo protegiera, habría tenido más éxito, pero no por ello habría sido más racional. No se puede culpar al agente por no haber tomado en cuenta algo que no podía percibir.
El carácter racional de lo que se hace en un momento dado depende de cuatro factores. (1) De la medida con que se avalúa el éxito logrado. (2) De todo lo que hasta ese momento haya percibido el agente. A esta historia perceptual completa se le denomina la secuencia de percepciones. (3) El conocimiento que posea el agente acerca del medio. (4) De las acciones que el agente puede emprender. Lo anterior lleva a definir lo que es un agente racional ideal: en todos los casos de posibles secuencias de percepciones, un agente racional deberá emprender todas aquellas acciones que favorezcan obtener el máximo de su medida de rendimiento, basándose en las evidencias aportadas por la secuencia de percepciones y en todo conocimiento incorporado en tal agente.
Es necesario examinar cuidadosamente la definición anterior. Aparentemente, con esta definición se le permite a un agente emprender actividades definitivamente carentes de inteligencia. Por ejemplo, si un agente no se fija en el tráfico de ambos sentidos de una calle antes de proceder a cruzarla, su secuencia de percepciones no le podrá informar que un enorme camión carguero se aproxima a una gran velocidad. En apariencia la definición afirmaría que es correcto que el agente proceda a atravesar la calle. Sin embargo, la interpretación anterior está equivocada por dos razones. La primera es que no es racional atravesar la calle, el riesgo de hacerlo así es enorme. Segundo, un agente racional ideal invariablemente elegiría la acción de “verificar el tráfico” antes de lanzarse a la calle, ya que ésta verificación le permite obtener lo mejor de su desempeño esperado. El emprender acciones con el fin de obtener información útil es parte importante de la racionalidad.
El concepto de agente permite pensar en él como herramienta para el análisis de sistemas, no como una caracterización absoluta y tajantemente dividida al mundo en agentes y no agentes. Tómese el caso de un reloj. Puede considerársele como un objeto inanimado, o bien, como un agente sencillo. En cuanto a esto último todos los relojes hacen siempre lo correcto, mueven las manecillas, o presentan los dígitos, de manera adecuada. Los relojes son agentes degenerados dado que su secuencia de percepciones es vacía, independientemente de lo que suceda en el exterior, las acciones del reloj no se ven afectadas. En realidad lo anterior no es completamente cierto. Si el reloj y su propietario partieran de viaje de California a Australia, lo adecuado sería que el reloj se atrasara seis horas. Si las personas no hicieran lo anterior con sus relojes igual están actuando racionalmente, considerando que no cuentan con un mecanismo de percepción incorporado en sus relojes.
Pueden distinguirse dos tipos de omnisciencia: (1) La omnisciencia inherente. Referida como la capacidad de saber todo lo que se desee saber y se pueda saber; (2) La omnisciencia total. Consiste efectivamente en saber todo lo que se puede saber. El concepto de omnisciencia es contradictorio. Se señala que se considera que Dios habría creado todo el conocimiento y que tendría conocimiento del mismo de antemano: esto implicaría una contradicción circular, ya que Dios no podría haberlo sabido todo antes de que existiera ningún conocimiento que saber. También implicaría una contradicción con el concepto del libre albedrío, ya que para que Dios pudiera saberlo todo de antemano sería necesario creer que todos los acontecimientos que pudieran suceder estarían predestinados. Esto se conoce como la paradoja de la predestinación. En la literatura, la omnisciencia se utiliza para explicar los posibles roles del narrador dentro de una historia. El narrador omnisciente suele aparecer en tercera persona y está en condiciones de describir los sentimientos de los personajes o explicar sucesos simultáneos.
Un agente es todo aquello que puede considerarse que percibe su ambiente mediante sensores y que responde o actúa en tal ambiente por medio de efectores. Los tres tipos más comunes de agentes son: agentes humanos, agentes robóticos y agentes de software. Los agentes humanos tienen ojos, oídos y otros órganos que les sirven de sensores, así como manos, piernas, boca y otras partes de su cuerpo que les sirven de efectores. En el caso de los agentes robóticos, los sensores son sustituidos por cámaras y telémetros infrarrojos y los efectores son reemplazados mediante motores. En el caso de un agente se software, sus percepciones y acciones vienen a ser las cadenas de bits codificados.
Un agente racional es aquel agente que hace lo correcto. Obviamente, esto es preferible a que haga algo incorrecto. Como un primer intento de aproximación al concepto de agente racional, se afirma que lo correcto es aquello que permite al agente obtener el mejor desempeño. Ahora es necesario decidir cómo y cuándo evaluar ese buen desempeño del agente. El término medición del desempeño se aplica al cómo: es el criterio que sirve para definir qué tan exitoso ha sido un agente. Desde luego que no existe una medida fija que se pueda aplicar por igual a todos los agentes. Podría preguntársele al agente su opinión subjetiva de cuándo le satisface a él mismo su desempeño, sin embargo, algunos de ellos no estarían en posibilidad de responder y otros, simplemente eludirán responder. En particular los agentes humanos se caracterizan por responder que “las uvas están verdes” para justificar el no haber obtenido lo que originalmente deseaban. Por lo anterior se debe insistir en la necesidad de contar con una medición objetiva del desempeño, medida que debe ser propuesta por una autoridad.
En otras palabras, las personas, en cuanto a su accionar como observadores externos, definen la norma de lo que se considera un desempeño satisfactorio en un ambiente y emplearlo en la medición del desempeño de los agentes. Un ejemplo sería el caso de un agente al que se le encomienda limpiar con una aspiradora un piso sucio. Una posible medida de su desempeño sería la cantidad de mugre eliminada en un turno de ocho horas. Una medida más elaborada consistiría en correlacionar la cantidad de electricidad consumida y la cantidad de ruido generado. Una tercera, otorgaría la máxima calificación a un agente que no sólo limpiase silenciosa y eficientemente el piso, sino que también se diera tiempo para ir de viaje el fin de semana.
El cuándo evaluar el desempeño es también importante, si sólo se midiese cuanta mugre eliminó un agente durante la primera hora del día, aquellos agentes que empiezan a trabajar rápidamente, no obstante que posteriormente realicen poco o ningún trabajo, resultarían premiados, en tanto aquellos que laboran todo el turno de manera consistente resultarían castigados. Es decir, lo importante es medir el desempeño a largo plazo, sea éste un turno de ocho horas o toda una vida.
En este punto es importante dejar en claro que existe una diferencia sustancial entre racionalidad y omnisciencia. Entrando en la temática propuesta, se dice que un agente omnisciente es aquel que sabe el resultado real que producirán sus acciones y su conducta es congruente con ello, sin embargo, en la realidad, no existe la omnisciencia. Considere el siguiente ejemplo: Un día una persona se encuentra caminando por El Prado y observa que al otro lado de la calle está un antiguo amigo. No hay tránsito en las cercanías y la persona no lleva ninguna prisa, así que, actuando racionalmente, empieza a cruzar la calle. Al mismo tiempo, a una altura de diez mil metros se desprende la puerta de la sección de carga aérea de una aeronave de pasajeros y antes de alcanzar la otra acera, queda completamente aplastada. ¿Se consideraría como irracional el haber atravesado la calle? Es improbable que en las notas necrológicas se afirme “Un idiota muere al intentar atravesar la calle”. Del ejemplo anterior se puede deducir que la racionalidad tiene más bien que ver con un éxito esperado, tomando como base lo que se ha percibido. La decisión de atravesar la calle fue racional dado que la gran mayoría de las veces el cruce habría tenido éxito y no había forma de que se hubiese previsto la caída de la puerta. Un agente que hubiera tenido un radar para detectar puertas en caída o que estuviera dentro de una caja de acero que lo protegiera, habría tenido más éxito, pero no por ello habría sido más racional. No se puede culpar al agente por no haber tomado en cuenta algo que no podía percibir.
El carácter racional de lo que se hace en un momento dado depende de cuatro factores. (1) De la medida con que se avalúa el éxito logrado. (2) De todo lo que hasta ese momento haya percibido el agente. A esta historia perceptual completa se le denomina la secuencia de percepciones. (3) El conocimiento que posea el agente acerca del medio. (4) De las acciones que el agente puede emprender. Lo anterior lleva a definir lo que es un agente racional ideal: en todos los casos de posibles secuencias de percepciones, un agente racional deberá emprender todas aquellas acciones que favorezcan obtener el máximo de su medida de rendimiento, basándose en las evidencias aportadas por la secuencia de percepciones y en todo conocimiento incorporado en tal agente.
Es necesario examinar cuidadosamente la definición anterior. Aparentemente, con esta definición se le permite a un agente emprender actividades definitivamente carentes de inteligencia. Por ejemplo, si un agente no se fija en el tráfico de ambos sentidos de una calle antes de proceder a cruzarla, su secuencia de percepciones no le podrá informar que un enorme camión carguero se aproxima a una gran velocidad. En apariencia la definición afirmaría que es correcto que el agente proceda a atravesar la calle. Sin embargo, la interpretación anterior está equivocada por dos razones. La primera es que no es racional atravesar la calle, el riesgo de hacerlo así es enorme. Segundo, un agente racional ideal invariablemente elegiría la acción de “verificar el tráfico” antes de lanzarse a la calle, ya que ésta verificación le permite obtener lo mejor de su desempeño esperado. El emprender acciones con el fin de obtener información útil es parte importante de la racionalidad.
El concepto de agente permite pensar en él como herramienta para el análisis de sistemas, no como una caracterización absoluta y tajantemente dividida al mundo en agentes y no agentes. Tómese el caso de un reloj. Puede considerársele como un objeto inanimado, o bien, como un agente sencillo. En cuanto a esto último todos los relojes hacen siempre lo correcto, mueven las manecillas, o presentan los dígitos, de manera adecuada. Los relojes son agentes degenerados dado que su secuencia de percepciones es vacía, independientemente de lo que suceda en el exterior, las acciones del reloj no se ven afectadas. En realidad lo anterior no es completamente cierto. Si el reloj y su propietario partieran de viaje de California a Australia, lo adecuado sería que el reloj se atrasara seis horas. Si las personas no hicieran lo anterior con sus relojes igual están actuando racionalmente, considerando que no cuentan con un mecanismo de percepción incorporado en sus relojes.
Guillermo Choque Aspiazu
http://www.eldiario.net/
Mayo 24 de 2010
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