Gran parte de las personas que escuchan por primera vez el término “nanotecnología” creen que se habla de las técnicas incluidas en el término “microtecnología”, la tecnología usada en la microelectrónica y que ha transformado enormemente la sociedad en las últimas décadas. La relación no es del todo incorrecta, pero no es la más adecuada. La microtecnología es la tecnología que permite fabricar cosas en la escala del micrón. Un micrón es una millonésima de un metro, o, para darse una idea más clara, la milésima parte de un milímetro. Como parte del conocimiento general, se conoce la equivalencia de un metro: más o menos la distancia entre la nariz y la punta de los dedos cuando se extiende del todo un brazo hacia un costado del cuerpo humano. Si se toma una milésima parte de esta longitud, se tiene un milímetro. Un milímetro es muy pequeño, pero todavía es posible verlo. Ahora imagine que se toma un extremo de este milímetro, se lo apoya en la nariz y se lo estira hasta que llegue al extremo de los dedos de la mano que se encuentra en el brazo que se ha extendido. Ahora se vuelve a dividir en mil partes. Se tiene una milésima de la milésima parte de un metro, una longitud llamada micrón. Esta es la escala en la que se trabaja cuando se construyen dispositivos tales como memorias, circuitos lógicos y de computación.
Los dispositivos de memoria y de lógica en venta en 1985 tenían estructuras con componentes de aproximadamente un micrón de ancho. Para 1995, momento de la aparición del procesador Pentium, se habían alcanzado tamaños de más o menos un tercio de micrón, 350 nanómetros. Se trabaja ya en estructuras de 100 nanómetros, es decir, de un décimo de lo que se había logrado en 1985. Un nanómetro es la medida que se obtiene si uno toma un micrón, aplica un extremo sobre la punta de la nariz, lo estira hasta el extremo de los dedos del brazo extendido y lo divide en mil partes. Es una milésima de una millonésima de metro, es decir, una milmillonésima de metro. El nanómetro marca el límite de reducción al que se puede llegar cuando se habla de objetos materiales. En un nanómetro caben entre tres y cinco átomos. Aunque en el universo hay cosas más pequeñas que los átomos, se trata ya de cosas que no se pueden manipular. En la vida cotidiana, los átomos son los ladrillos de construcción más pequeños que se pueden utilizar.
La computación ubicua surge de los estudios de Mark Weiser y su equipo de investigadores de los laboratorios de Xerox en Palo Alto California. En el año 1991 se publicó su artículo “La computadora para el siglo XXI”, ampliamente referenciado por los investigadores en el campo de la interacción persona-computadora. La idea básica consiste en distribuir la capacidad computacional de las computadoras actuales en el contexto donde habitualmente desarrollan sus actividades los seres humanos, mediante computadoras más pequeñas y baratas que, por consiguiente, realizarán tareas más simples, pero que, no solo liberarán de tareas rutinarias, sino que además proporcionarán nuevos momentos computacionales impensables de realizar con las computadoras actuales. Se trata entonces de liberar las tareas rutinarias de las computadoras personales para que el entorno, mediante pequeñas computadoras, adquiera la responsabilidad de actuar de manera inconsciente al usuario. De esta manera se coincide con la tesis de Weiser que afirma: “Las tecnologías que calan más hondo son las que pasan desapercibidas”.
Weiser propone una división de las computadoras ubicuas en marcas, similares a las etiquetas, equipadas con un pequeño procesador e infrarrojos que permiten identificar a la persona que la lleva y, de esta manera, el entorno se pondrá a su servicio. Las tabletas, del tamaño de un folio y que se puede manuscribir sobre ellas, envían los contenidos vía radio y lo que se propone es que sean impersonales y puedan utilizarse allí donde se encuentren. Hoy se asocian a una nueva visión del portátil. Por último, se encuentran las pizarras con la doble función de mostrar información, procedente de una computadora o asistente digital personal, y por supuesto su habitual función de escritura manual.
Según Mark Weiser, durante 30 años la mayor parte del diseño de interfaces ha seguido la línea de la máquina “espectacular”. Su gran ideal es convertir la computadora en algo tan excitante, tan maravilloso, tan interesante de manera que nunca se piense en prescindir de ella. Una línea menos seguida es la que se llama “invisible”, cuyo gran ideal es que la computadora se convierta en algo tan incorporado, tan adaptable, tan natural, que pueda ser usada sin siquiera pensar en ella. Después de las grandes computadoras de tiempo compartido, una para muchos usuarios, y de las computadoras personales, una para cada usuario, las llamadas computadoras ubicuas, muchas para un usuario, se anuncian como el “tercer paradigma” emergente de la computación. Su filosofía es opuesta a la realidad virtual, que trata de “introducir” a la persona dentro de la computadora. En este caso, las computadoras se integran en la vida de las personas, bajo el lema “el mundo no es un escritorio”. El objetivo de tratar de romper con el paradigma de la computadora de escritorio es común a los trabajos sobre computación móvil, ubicua y usable. Todos ellos pretenden que los servicios que proporciona la máquina sean tan móviles como sus usuarios y permitan aprovechar los constantes cambios del contexto en que son usados. Esto puede dar lugar a entornos activos en los que estas computadoras interaccionan entre sí y con el usuario de manera inteligente y no de manera invasiva, como ocurre en los lugares cableados.
La computación ubicua trata de extender la capacidad computacional al entorno del usuario. Permite que: (1) La capacidad de información esté presente en todas partes en forma de pequeños dispositivos muy diversos que permiten interacciones de poca dificultad conectados en red a servidores de información. (2) El diseño y localización de los dispositivos son específicos de la tarea objeto de interacción. (3) La computadora queda relegada a un segundo plano, intentando que resulte “transparente” al usuario (ordenador invisible). (4) La interacción se diluye en el entorno. (5) Forma parte y mejora el mundo real
Se puede decir que la computadora personal, Internet y la World-Wide Web han influido ya en muchos aspectos del mundo de los negocios y hay señales evidentes de una amplia convergencia de industrias enteras como la de los medios de comunicación, entretenimiento, electrónica de consumo, telecomunicaciones, y tecnología de la información. La siguiente ola de la revolución tecnológica afectará mucho más directamente y en todos los aspectos de la vida cotidiana del ser humano.
De forma contraria a lo que las predicciones populares decían, el siglo XXI se caracterizará menos por la colonización de la luna, las ciudades submarinas y los coches de energía nuclear, que por las aplicaciones basadas en tecnologías de lo diminuto y por lo tanto casi invisibles como la biotecnología, la nanotecnología y la microelectrónica. Por supuesto, los avances en la microelectrónica no son nada nuevo. Por el contrario, durante más de 30 años la conocida ley de Moore, según la cual la funcionalidad de un procesador se duplica cada 18 meses, ha demostrado ser cierta. Una mejora similar en prestaciones se aplica también a algunos otros parámetros importantes de la tecnología. Existe certeza de que la tendencia actual continuará durante unos cuantos años más, lo que hace que toda esta área de desarrollo sea tan intrigante. Ahora parece que el futuro próximo estará caracterizado por pequeñas computadoras que se comunican de forma espontánea, que por su pequeño tamaño y por su bajo precio, se integraran en casi todos los objetos cotidianos. La tecnología de la información por lo tanto se volverá ubicua e invadirá todos los aspectos de la vida del ser humano. Los teléfonos móviles con acceso a Internet y los “asistentes personales” que se comunican sin cables con otros dispositivos próximos a ellos son los primeros indicios de la “era post computadora personal” venidera. Al principio, el principal objetivo es permitir el acceso a la información de cualquier tipo desde cualquier lugar y en cualquier momento, lo que evidencia los esfuerzos actuales de la industria por integrar aparatos de información móvil y utilizables en procesos de negocios basados en la Web y escenarios de comercio electrónico. Sin embargo, a largo plazo, esta continua tendencia tecnológica puede dar lugar a la fusión de la computadora con los objetos cotidianos típicos para que se vuelva literalmente invisible.
Los dispositivos de memoria y de lógica en venta en 1985 tenían estructuras con componentes de aproximadamente un micrón de ancho. Para 1995, momento de la aparición del procesador Pentium, se habían alcanzado tamaños de más o menos un tercio de micrón, 350 nanómetros. Se trabaja ya en estructuras de 100 nanómetros, es decir, de un décimo de lo que se había logrado en 1985. Un nanómetro es la medida que se obtiene si uno toma un micrón, aplica un extremo sobre la punta de la nariz, lo estira hasta el extremo de los dedos del brazo extendido y lo divide en mil partes. Es una milésima de una millonésima de metro, es decir, una milmillonésima de metro. El nanómetro marca el límite de reducción al que se puede llegar cuando se habla de objetos materiales. En un nanómetro caben entre tres y cinco átomos. Aunque en el universo hay cosas más pequeñas que los átomos, se trata ya de cosas que no se pueden manipular. En la vida cotidiana, los átomos son los ladrillos de construcción más pequeños que se pueden utilizar.
La computación ubicua surge de los estudios de Mark Weiser y su equipo de investigadores de los laboratorios de Xerox en Palo Alto California. En el año 1991 se publicó su artículo “La computadora para el siglo XXI”, ampliamente referenciado por los investigadores en el campo de la interacción persona-computadora. La idea básica consiste en distribuir la capacidad computacional de las computadoras actuales en el contexto donde habitualmente desarrollan sus actividades los seres humanos, mediante computadoras más pequeñas y baratas que, por consiguiente, realizarán tareas más simples, pero que, no solo liberarán de tareas rutinarias, sino que además proporcionarán nuevos momentos computacionales impensables de realizar con las computadoras actuales. Se trata entonces de liberar las tareas rutinarias de las computadoras personales para que el entorno, mediante pequeñas computadoras, adquiera la responsabilidad de actuar de manera inconsciente al usuario. De esta manera se coincide con la tesis de Weiser que afirma: “Las tecnologías que calan más hondo son las que pasan desapercibidas”.
Weiser propone una división de las computadoras ubicuas en marcas, similares a las etiquetas, equipadas con un pequeño procesador e infrarrojos que permiten identificar a la persona que la lleva y, de esta manera, el entorno se pondrá a su servicio. Las tabletas, del tamaño de un folio y que se puede manuscribir sobre ellas, envían los contenidos vía radio y lo que se propone es que sean impersonales y puedan utilizarse allí donde se encuentren. Hoy se asocian a una nueva visión del portátil. Por último, se encuentran las pizarras con la doble función de mostrar información, procedente de una computadora o asistente digital personal, y por supuesto su habitual función de escritura manual.
Según Mark Weiser, durante 30 años la mayor parte del diseño de interfaces ha seguido la línea de la máquina “espectacular”. Su gran ideal es convertir la computadora en algo tan excitante, tan maravilloso, tan interesante de manera que nunca se piense en prescindir de ella. Una línea menos seguida es la que se llama “invisible”, cuyo gran ideal es que la computadora se convierta en algo tan incorporado, tan adaptable, tan natural, que pueda ser usada sin siquiera pensar en ella. Después de las grandes computadoras de tiempo compartido, una para muchos usuarios, y de las computadoras personales, una para cada usuario, las llamadas computadoras ubicuas, muchas para un usuario, se anuncian como el “tercer paradigma” emergente de la computación. Su filosofía es opuesta a la realidad virtual, que trata de “introducir” a la persona dentro de la computadora. En este caso, las computadoras se integran en la vida de las personas, bajo el lema “el mundo no es un escritorio”. El objetivo de tratar de romper con el paradigma de la computadora de escritorio es común a los trabajos sobre computación móvil, ubicua y usable. Todos ellos pretenden que los servicios que proporciona la máquina sean tan móviles como sus usuarios y permitan aprovechar los constantes cambios del contexto en que son usados. Esto puede dar lugar a entornos activos en los que estas computadoras interaccionan entre sí y con el usuario de manera inteligente y no de manera invasiva, como ocurre en los lugares cableados.
La computación ubicua trata de extender la capacidad computacional al entorno del usuario. Permite que: (1) La capacidad de información esté presente en todas partes en forma de pequeños dispositivos muy diversos que permiten interacciones de poca dificultad conectados en red a servidores de información. (2) El diseño y localización de los dispositivos son específicos de la tarea objeto de interacción. (3) La computadora queda relegada a un segundo plano, intentando que resulte “transparente” al usuario (ordenador invisible). (4) La interacción se diluye en el entorno. (5) Forma parte y mejora el mundo real
Se puede decir que la computadora personal, Internet y la World-Wide Web han influido ya en muchos aspectos del mundo de los negocios y hay señales evidentes de una amplia convergencia de industrias enteras como la de los medios de comunicación, entretenimiento, electrónica de consumo, telecomunicaciones, y tecnología de la información. La siguiente ola de la revolución tecnológica afectará mucho más directamente y en todos los aspectos de la vida cotidiana del ser humano.
De forma contraria a lo que las predicciones populares decían, el siglo XXI se caracterizará menos por la colonización de la luna, las ciudades submarinas y los coches de energía nuclear, que por las aplicaciones basadas en tecnologías de lo diminuto y por lo tanto casi invisibles como la biotecnología, la nanotecnología y la microelectrónica. Por supuesto, los avances en la microelectrónica no son nada nuevo. Por el contrario, durante más de 30 años la conocida ley de Moore, según la cual la funcionalidad de un procesador se duplica cada 18 meses, ha demostrado ser cierta. Una mejora similar en prestaciones se aplica también a algunos otros parámetros importantes de la tecnología. Existe certeza de que la tendencia actual continuará durante unos cuantos años más, lo que hace que toda esta área de desarrollo sea tan intrigante. Ahora parece que el futuro próximo estará caracterizado por pequeñas computadoras que se comunican de forma espontánea, que por su pequeño tamaño y por su bajo precio, se integraran en casi todos los objetos cotidianos. La tecnología de la información por lo tanto se volverá ubicua e invadirá todos los aspectos de la vida del ser humano. Los teléfonos móviles con acceso a Internet y los “asistentes personales” que se comunican sin cables con otros dispositivos próximos a ellos son los primeros indicios de la “era post computadora personal” venidera. Al principio, el principal objetivo es permitir el acceso a la información de cualquier tipo desde cualquier lugar y en cualquier momento, lo que evidencia los esfuerzos actuales de la industria por integrar aparatos de información móvil y utilizables en procesos de negocios basados en la Web y escenarios de comercio electrónico. Sin embargo, a largo plazo, esta continua tendencia tecnológica puede dar lugar a la fusión de la computadora con los objetos cotidianos típicos para que se vuelva literalmente invisible.
Guillermo Choque Aspiazu
http://www.eldiario.net/
Julio 21 de 2008